martes, 15 de noviembre de 2016

Demencia y sujeciones químicas: ¿lo estamos haciendo bien?


El número de casos de personas mayores con enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer, es cada vez mayor. Y se espera que siga creciendo en los próximos años.

Como ya os he contado anteriormente, algunas de estas enfermedades se acompañan de alteraciones en el estado de ánimo y el comportamiento. Por ejemplo, ansiedad, estado de ánimo depresivo, alucinaciones, ideas delirantes, caminar sin un objetivo (deambulación errática), agresividad verbal y/o física, agitación, lenguaje inapropiado...

Estos síntomas suelen alterar la rutina diaria del enfermo y de los que le rodean. Para él, pueden suponer la expresión de incomodidad o sufrimiento; a su vez, los propios síntomas generan malestar en el enfermo. Para los cuidadores, imprimen una gran carga a la hora de la convivencia diaria, alterando la relación con el enfermo y dificultando sus cuidados.

El desconocimiento de estos síntomas, así como de su manejo, hace que las personas que rodean al enfermo no sepan cómo controlarlos y prevenirlos. Ante esta situación, en muchas ocasiones se recurre a lo que llamamos sujeciones. Aunque cada vez menos, los profesionales de la medicina recurren a este tipo de "soluciones" para controlar la sintomatología más llamativa de las enfermedades neurodegenerativas, ante el desbordamiento de cuidadores formales (profesionales) e informales (familiares). Con sujeciones no nos referimos únicamente a las ataduras físicas, sino también a las de tipo químico; es decir, los fármacos. 

Recurrir a la medicación como forma de controlar los síntomas conductuales en las demencias es una práctica habitual, pero: ¿somos conscientes de sus consecuencias?

La mayor parte de los fármacos prescritos con esta finalidad (normalmente, los llamados fármacos antipsicóticos) tienen numerosos e importantes efectos secundarios para la persona y, como consecuencia, para su cuidador. 

Para la persona enferma, la medicación utilizada para reducir los síntomas conductuales:
  • Aumenta el nivel de sedación, con lo que disminuirá su nivel de alerta y atención, y es probable que la persona se pase gran cantidad de su tiempo dormitando. Por tanto, se verá reducida su interacción con el entorno y su participación en las actividades de la vida diaria.
  • Reduce la fuerza muscular, reduciendo su movilidad. Esto implica que la persona cada vez tendrá una capacidad menor para caminar, obligándola a pasar una mayor cantidad de tiempo sentada.
  • Incrementa su desorientación, temporal, espacial y personal.
  • Los efectos anteriores harán que sea mayor su nivel de dependencia.
  • Reduce su capacidad de autonomía e independencia.
  • Repercute en su identidad y autoconcepto, pasando a ser una persona más dependiente, con menor interacción con el entorno, menor capacidad para decidir y menor posibilidad de implicarse en las actividades de su vida diaria.
Para los cuidadores y familiares, los efectos secundarios de la medicación en la persona enferma provocan:
  • Mayor carga en los cuidados, como consecuencia de la pérdida de autonomía y el incremento del nivel de dependencia de la persona mayor.
  • Dificultad para interaccionar con la persona enferma.
  • Sentimientos de tristeza y frustración al ver a la persona enferma desconectada de la realidad, adormilada y con dificultad para interaccionar con su entorno.
Es verdad que los síntomas psicólogos y conductuales en la demencia pueden ser realmente molestos a la hora de la convivencia con la persona enferma, pero también es verdad que no son provocados por ella misma, sino por la enfermedad. Proporciona una atención digna y de calidad a las personas con enfermedades neurodegenerativas es nuestra responsabilidad.

Desde el modelo de Atención Centrada en la Persona, se promueve una atención digna y de respeto a la persona. Dentro de esta atención entra el permitir que la persona mayor exprese estos comportamientos tan molestos, si con ello permitimos que conserve otros aspectos, como la identidad y la autonomía. Reducir las sujeciones físicas y químicas permitirá ofrecer a las personas con deterioro cognitivo una atención de calidad, fortaleciendo su independencia y autoestima. 

Podemos utilizar diferentes estrategias para conseguir reducir estos síntomas conductuales tan disruptivos:

1. Analizar la conducta. 
Analizar los factores antecedentes y consecuentes de la conducta disruptiva nos permitirá conocer la posible causa de la misma. En ocasiones, un ruido molesto, un estímulo desagradable o un refuerzo posterior pueden facilitar la expresión de esa conducta. 
Eliminar el factor que la provoca reducirá la conducta disruptiva.

2. Proporcionar un entorno agradable.
Facilitar que el entorno de la persona enferma sea lo más agradable posible permitirá reducir algunas de esas conductas. Para ello, debemos tratar de recordar qué cosas le gustaban a la persona cuando todavía conservaba gran parte de sus capacidades cognitivas. Utilizar una música agradable y a su gusto, un ambiente a buena temperatura, con pocos ruidos molestos, en estancias que le resulten familiares y rodeado de sus objetos personales. Todo ello despertará en la persona con deterioro un sentimiento de seguridad y bienestar incompatible con conductas negativas y de rechazo.

3. Realizar conductas incompatibles.
Promover que la persona enferma realice actividades en su vida diaria, dentro de sus capacidades y habilidades, no sólo facilitará que mantenga su autonomía, sino que reducirá la expresión de esas conductas disruptivas. El hecho de estar emitiendo una conducta positiva es incompatible con otra de carácter negativo.

4. Proveer de un espacio adecuado para su expresión.
En el caso de aquellas conductas que son difíciles de prevenir o corregir, sólo nos queda una opción. Y es facilitar a la persona enferma un espacio adecuado y seguro para expresarlas. Por ejemplo, si tiende a la deambulación errática, lo que podemos hacer es facilitarle un espacio libre de obstáculos y seguro para que pueda caminar sin ningún riesgo.

En definitiva, antes de recurrir a cualquier tipo de sujeción, es prioritario utilizar otro tipo de recursos para reducir la sintomatología conductual consecuencia de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. Priman la calidad de vida y la autonomía de la persona afectada, antes que otros criterios relativos a la facilidad y comodidad de los cuidados.


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