martes, 21 de marzo de 2017

Así pienso, así me siento: cómo manejar nuestras emociones


Me siento enfadado, irritable, triste...pero no sé por qué.

Es muy común que, en ocasiones, experimentemos ciertas emociones y no seamos capaces de saber cuál es la razón. Conocer la causa que se esconde detrás de ellas nos permitirá manejarlas, e incluso decidir cómo queremos sentirnos.

En psicología existen diferentes corrientes teóricas y de trabajo. Una de ellas, y la que ha obtenido mayor respaldo científico, es la de tipo cognitivo-conductual.


La psicología cognitivo-conductual parte del siguiente esquema de funcionamiento:

Pensamiento - Emoción - Conducta

Esto representa cómo nuestra forma de pensar influye en cómo nos sentimos, y ello, a su vez, repercute en cómo nos comportamos. Teniendo esto en cuenta, manejando nuestros pensamientos podemos cambiar nuestras emociones.

En multitud de ocasiones creemos que son los demás, o las situaciones que vivimos en nuestro día a día, los que provocan que nos sintamos de determinada manera: me has hecho enfadarme, lo que ha sucedido hoy me ha disgustado mucho, mi trabajo me irrita, no soporto días como los de hoy... Estas son algunas de las expresiones que utilizamos inconscientemente en nuestro día a día, y que reflejan esa forma de pensar.

Si tenemos en cuenta el esquema de la corriente cognitivo-conductual, no son las situaciones o las reacciones de los demás los que despiertan en nosotros unas emociones u otras. Es nuestra forma de pensar y reflexionar sobre lo que nos ocurre: cómo lo interpretamos.

Un ejercicio práctico, que nos permitirá darnos cuenta de que podemos decidir cómo sentirnos, es pararnos a pensar en la típica situación que todos hemos vivido alguna vez: nos encontramos en una cola para subir a un autobús, por ejemplo, y nos están empujando; la persona de atrás nos presiona para que nos movamos, incluso nos suelta algún improperio. En ese momento nos invaden cantidad de pensamientos perturbadores: será idiota, pero qué se ha creído!, como me vuelva a empujar le digo algo!, como se puede ser así de impaciente...

Automáticamente, sentimos como se nos pone una sensación de hormigueo en la boca del estómago, nos acaloramos, el corazón nos late más deprisa...: estamos enfadados. Me ha hecho enfadarme, me ha puesto de mal humor, pensamos.

Hablamos como si nuestro enfado estuviese provocado por la otra persona. Esto implicaría que estamos siempre a merced de lo que hagan o digan los demás, sin poder ejercer ningún control. En realidad, esto no es así. Podemos decidir cómo nos afecta todo lo externo a nosotros, eligiendo qué pensar.

En la situación que os decía antes podemos pensar de dos formas, tal como en el ejemplo, lo que nos hará sentir muy enfadados, o de una forma más constructiva y sana para nosotros: pobre, qué sufrimiento vivir así de angustiado; qué poca paciencia tiene, debería trabajarlo; qué suerte tengo de tener una buena capacidad de espera... Esto cambiará nuestra forma de ver la situación, y en lugar de sentirnos enfadados probablemente nos sentiremos tranquilos y serenos.

Pensarás que esto es muy fácil de decir y difícil de hacer: pruébalo! A mi me gusta pensar que no le voy a otorgar a otros la capacidad de hacerme sentir mal, porque soy yo la que sufre los efectos del enfado, u otras emociones en otras situaciones.


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