Como ya os he contado en otras
ocasiones, conforme nos hacemos mayores son cada vez más las preocupaciones acerca del funcionamiento de
nuestra memoria y de la conservación de nuestras facultades mentales.
Con la edad, algunas de nuestras funciones cognitivas permanecen estables o incluso
mejoran. Una de ellas es la inteligencia
cristalizada, es decir, todo el conocimiento que hemos ido acumulando a lo
largo de nuestra vida. Otra de las capacidades que mejor se conservan es la memoria procedimental, es decir,
aquella que guarda los pasos que debemos seguir a la hora de llevar a cabo
cualquier hábito aprendido- por ejemplo, montar en bicicleta.
Los fallos en el funcionamiento
de nuestra memoria, es decir, los olvidos,
pueden ser de dos tipos: benignos –no
debemos preocuparnos en exceso- o patológicos-
debemos consultar con un médico y poner en marcha el tratamiento indicado.
Sin embargo, ante el mínimo
despiste, siempre surge la duda, sobre todo si pasamos de los 50 años: ¿estaré
perdiendo memoria?
¿Cuándo me debo preocupar?
En general, no existe un criterio único que podamos utilizar para salir de
dudas a la hora de decidir si un olvido es indicativo de algo grave o no. Sin
embargo, podemos valernos de algunas pistas
que nos pueden indicar si debemos consultar con el médico.
Estas señales las podemos resumir en dos, principalmente:
1. La gravedad de los olvidos.
Cómo de grave y
extravagante sean mis olvidos marcarán el que puedan ser benignos o patológicos.
Guardar el teléfono móvil en la nevera claramente indica que algo puede estar
pasando. Sin embargo, olvidar qué día teníamos cita con el médico o cómo se
llama la vecina nueva, no son aspectos que nos deban preocupar en exceso.
2. El grado de conciencia.
Los olvidos
patológicos, por lo general, se caracterizan por un escaso grado de conciencia
por parte de la persona afectada. No percibe que su memoria esté fallando,
aunque sí lo hacen aquellos que están a su alrededor. Cuando somos conscientes
de que algo se nos ha olvidado, e incluso lo recordamos más tarde, podríamos
considerar que se trata de olvidos benignos.
Aunque estas dos claves nos pueden ayudar a detectar la
presencia de un olvido que necesita ser consultado, simplemente son orientativas. Ante la menor duda, el mejor consejo
es consultar con el médico o el neurólogo, ellos podrán confirmar el carácter
del olvido.
No debemos pasar por alto que los despistes, sean del
carácter que sean, también pueden estar
influidos por multitud de factores- como la alimentación, el estado de
ánimo, el estrés...
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Título: Prevenir los Olvidos Cotidianos.
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