La depresión es un trastorno psicológico muy conocido pero muy poco comprendido. Se trata de una de las psicopatologías más frecuentes en la vejez.
Algunos de los síntomas característicos de esta patología son:
- Estado de ánimo depresivo la mayor parte del día.
- Disminución del interés en todas o casi todas las actividades.
- Pérdida/ aumento del apetito.
- Insomnio o hipersomnia.
- Fatiga o pérdida de energía.
- Agitación o enlentecimiento psicomotor.
- Sentimientos de inutilidad o culpa excesivos.
- Disminución de la capacidad de concentración.
Aunque la idea social que tenemos de la depresión se circunscribe únicamente al estado de ánimo depresivo (llanto, trsiteza...), junto al mismo aparecen toda una serie de síntomas que condicionan de forma importante la vida laboral, social y personal de la persona. Determinan su forma de actuar en su día a día.
Un prototipo muy frecuente entre las personas mayores deprimidas es el siguiente: persona que se queja mucho, con poco interés por su entorno, que ha aumentado de peso, que se mueve poco, que le cuesta dormir de noche, que se siente cansada...
Ante este tipo de personas que describo, la reacción fácil sería considerarla una persona vaga, que no se quiere mover, que solo se queja, con la que no es agradable, estar...
¿Cómo sería la reacción más adecuada?
La forma más adecuada de actuar con este tipo de personas, y que contribuiría de forma importante a su recuperación, se basaría en una serie de claves.
La primera y más importante es utilizar un lenguaje positivo cuando nos dirigimos a esa persona. Por ejemplo, podemos hacerle elogios ("¡qué guapo/a estás hoy!", "¡qué bien te sienta la ropa que llevas!", "¡qué bien que hoy participas en la actividad!"...).
En relación con esto, es importante evitar un lenguaje negativo, con el que no critiquemos su actitud. Tampoco sería adecuado preguntarle constantemente por sus quejas (físicas o de otra índole). De lo contrario, estaríamos reforzando su estado de ánimo depresivo.
Cuando queramos que esa persona se implique en alguna actividad, debemos animarla de forma positiva, utilizando expresiones como "me gustaría que hoy vinieras conmigo a realizar esta actividad", "¿te apetece hoy hacer...?". Debemos respetar también los deseos de la persona y, si no se trata de una actividad imprescindible, evitar insistir mucho.
Cuando consigamos que esa persona cambio alguno de sus hábitos (por ejemplo, implicándose en alguna actividad que antes realizaba y ahora no), debemos reforzarla positivamente. Quizá la próxima vez se encuentre más motivada.
Todo esto son indicaciones muy básicas que pueden contribuir de forma muy positiva a que la persona con trastorno depresivo se recupere, de forma complementaria a una adecuada intervención desde el ámbito psicológico.